Cada año, al inicio de noviembre, retornan las almas o ajayus de
nuestros seres queridos que ya fallecieron. A ellos se los espera con
los altares armados de los difuntos conocidos como apxatas, que incluyen
alimentos, bebidas y sobre todo a las tantawawas, elementos que tienen
un especial significado en la festividad de
Todos Santos en Bolivia.
Los amautas o sabios aymaras mencionan una y otra vez que “venimos de
un Wiñay Marka (Pueblo eterno) y volveremos a ese Wiñay Marka por lo
tanto, no existe la muerte sólo volvemos a nuestro pueblo”.
El ajayu también se diferencia entre el “jisk’a” (pequeño o menor) y
el jach’a (grande o mayor) ajayu. El menor se describe como la energía
que algunos pierden poco a poco en vida, ante el desequilibrio de sus
energías positivas y negativas. En cambio el mayor, es la energía vital,
ésta se pierde con la “muerte” de un ser, pero la energía es
trascendente y permanece en otra dimensión, menciona el amauta Manuel
Alvarado en su reciente obra: Cómo superar el miedo con el ajayu.